Gran Vía en bici Navidad
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En bici por Gran Vía y las calles cortadas de Madrid

Por Techo Díaz.- Es uno de los temas favoritos de los telediarios. La Gran Vía cortada. Para algunos, el fin del mundo, para otros, la revolución que necesitábamos, para el común de los mortales una calle cortada sin más. Pero para los ciclistas es también una oportunidad: sentirte como el protagonista de Abre los ojos en la famosa escena que protagonizó Eduardo Noriega. Y en tu propia bici.

Al menos eso es lo mínimo que fantaseas cuando cojes tu bici y te diriges al centro de Madrid, a probar en tus propias carnes cómo es eso de pedalear por una Gran Vía sin coches. Y al principio mola bastante, todo hay que decirlo. Sobre todo si encaras la famosa arteria desde la Plaza España. Allí hay una serie de gendarmes que van parando a todos los coches y que, por supuesto, no pueden hacer nada por detenerte. Tenemos vía libre. Mola bastante pasar por delante de los agentes, saludarles y sentir como si se abriera una barrera invisible reservada tan solo a un club selecto del que solo tú formas parte.

Ese tramo, el que va desde Plaza España a Callao, es el que verdaderamente mola. No llegas al nivel de Abre los ojos porque está atestado de peatones, pero pedaleas a tus anchas por una de las calles míticas de Madrid, e incluso puedes hacerte la foto de rigor para enseñar a tu familia durante las navidades. Tío, yo estuve allí, y todo ese rollo.

A partir de ahí ya se tuerce un poco, porque entre las aceras ensanchadas para los peatones y los miles de taxis que sí pueden circular al final vas atascado como un día cualquiera. La cosa mejora algo cuando circulas por la calle Mayor, otra de las arterias cortadas estos días. Puedes coger el carril bici que pasa por Sol y seguirlo hasta que, transformado en ciclocarril, desemboca en la calle Bailén. De ahí hasta la Puerta de Toledo y posteriormente hasta la estación de Atocha no están las calles cortadas, pero el tráfico es mucho menor que en días corrientes y mola mazo pedalear.

La calle Atocha es otra de las cortadas al tráfico. No es tan icónica, pero tiene su gracia acercarse al mercado de Antón Martín y a los templos del vermú que normalmente visitamos a pata. De allí a la Plaza Mayor hay un agradable paseo con el que cerrar el círculo de las calles cortadas 2016. Por un momento, hasta se nos pasó por la cabeza entrar en la mismísima plaza con la bici, pero no hubiera sido sensato ni equilibrado. Cada cual debe tener su espacio, y la plaza, en esta fechas, es para guiris, valientes y comerciantes.

Así que seguimos nuestro camino, bajando otra vez hacia Plaza España y pedaleando por Ferraz y las calles de Chamberí hasta el mítico bar Sierra, bar de tapas inabarcables donde concluir una bonita mañana de ciclismo urbano. Hecha la experiencia, ¿vale la pena gastar una mañana en recorrer el centro de Madrid en bicicleta?Rotundamente sí, siempre que partas de dos premisas, que te guste la bici y que te gusten las calles de Madrid. Para ciclistas no acostumbrados a pedalear por ciudad desde luego es una buena ocasión, así como para turistas y amantes del bullicio del centro en Navidad.

¿Existe una gran diferencia para el ciclista respecto a un día normal? Eso ya es más discutible. Se va mejor y más seguro, pero como decíamos, la afluencia de taxis y autobuses sigue siendo alta, no es un circuito cerrado para bicicletas. Nosotros hemos disfrutado, en parte porque cumplíamos las dos premisas (nos gusta la bici y nos gusta el centro de Madrid) y en parte porque nos gusta ver que poco a poco esta ciudad va volviéndose un lugar más amable y más humano para las bicicletas, que es tanto como decir un lugar más humano para todos los humanos.

Lástima que al final se torció todo. Como en el típico cartel de los bares de “hace un día precioso, seguro que viene alguien y lo jode”. Rota ya la expedición, marchaba ya el compañero Aguador hacia su casa cuando tuvo la triste idea de entrar en un Rodilla. En el de la Glorieta de Bilbao. A pedir un sandwich de foie gras supongo, o de nueces con oporto, o una botella de agua. No lo tengo muy claro porque esa parte de la historia no me la ha contado. Lo que sí me dijo es que le echaron del local por entrar en bicicleta.

Como esa escena absurda de La vida es bella en la que Guido tiene que explicar a Josue porque hay locales donde no dejan entrar a los hebreos ni a los perros. En el Rodilla de la Glorieta de Bilbao no ponen el cartel, pero no te dejan entrar con bici en el local. Te obligan a dejarla fuera si quieres pedir, algo que todos los ciclistas estamos deseando hacer porque, sabido es, en este país no roban bicis.

Así que Aguador se tuvo que volver por donde había venido, no sea que su indigna bici fuese a mancharle el local, o llevase algún virus, o no fuese aria pura. No sin antes decirles, para quedarse bien a gusto, “mi bici vale más que todos tus bocadillos juntos”.

Lástima de gente. Todavía nos queda un largo camino por pedalear…

 

 

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