Por Techo Díaz.- Si no ocurre nada extraño, el próximo 8 de julio, en la séptima etapa, se habrá acabado el Tour de Francia. Será la primera cita con la montaña y tanto el Sky como Froome tienen el guión interiorizado en sus genes. Ritmo devastador de sus compañeros de equipo, ataque en los últimos kilómetros y muerte por asfixia y desmoralización de sus rivales. Amarillo y a remar hasta París.

Este año, los organizadores del Tour, que han visto como este modelo no es el mejor para generar afición y subir los datos de audiencia, han variado un poco el esquema de las etapas, pero tampoco se han calentado la cabeza. La primera etapa pirenaica no terminará en alto, hay un descenso de siete kilómetros hasta meta.

Puede parecer baladí, pero a lo mejor ese detalle mantiene con vida la Grande Boucle al menos otro par de días. El previsible destrozo que el inglés tiene previsto infringir a sus rivales se verá minimizado en una bajada donde muchos pueden recuperar tiempo y vender cara su derrota.

Froome en el Tour

Con suerte, tendremos algo más que ver después de la primera llegada en alto, algo que no ha sido muy habitual en las últimas rondas francesas. Es realmente a partir de ahí donde empieza lo interesante. Si hacemos un repaso a lo visto durante la temporada, Chris Froome ha estado muy por debajo de sus principales rivales, Nairo Quintana y Alberto Contador. Nadie duda ya que el colombiano tiene fuerzas no solo para hacerle frente, sino para dejarle en etapas de alta montaña. Y qué decir del madrileño que no se rinde nunca. Podrían meterle en más de un aprieto si sobreviven a la primera etapa monopuerto.

Ahora bien, hay que salvar este escollo. Froome y su equipo se han vuelto en auténticos maestros en este tipo de etapas, como hemos podido ver no solo en el Tour sino en la reciente Dauphine, donde repitió el esquema aunque fuera en un segunda. Da igual la dureza del puerto, cuando Froome pone en marcha su molinillo es como si se pone en marcha una máquina de triturar carne. No hay -o no ha habido hasta la fecha- ser humano capaz de seguirle.

Este año no sólo tendrá la etapa de Lac de Payole, sino la terrorífica de Mont Ventoux, con una escalada larga y dolorosa donde marcar diferencias. Ahí es donde debería sentenciar el Tour, porque en las etapas más largas tiene un riesgo terrible de que se lo coman. Las contrarrelojes son cortas y además no tienen por qué favorecerle. Contador ha estado por delante de él en muchas y Quintana ha progresado de forma magistral en los últimos tiempos. No serán definitivas.

La gran batalla la veremos en las etapas alpinas, o en las pirenaicas multipuerto, donde Movistar, Tinkoff y los equipos franceses pueden y deben poner en apuros al no tan invencible Sky. Movistar, desde luego, no tiene nada que envidiar. Con Ion Izagirre en estado de gracia, la formación telefónica cuenta con 3 corredores entre los 7 primeros del ranking UCI, mientras que el primer Sky aparece en la posición número 15.

Otra cosa distinta es el Tinkoff, con el corazón dividido entre Sagan y Contador y menor capacidad para poner patas arriba la carrera. A BMC tampoco le esperaría mucho y Astana ya ha hecho su año con el Giro. Aunque nunca se sabe. Lo que está claro es que si entre todos quieren ganar al Sky tienen que plantarle batalla a los de negro. Si el anglo-keniata llega con vida y equipo al último puerto, pueden darse todos por muertos, mal que hayan hecho una temporada brillante.

Las casas de apuestas dan todas como favorito a Christopher Froome, por mucho que haya subido enteros el sueño amarillo de Quintana. Froome es un hombre tour, y como tal se crece en julio. El típico flaco que no querrías tener de enemigo. Que nadie lo dude, vuelve a ser el gran favorito. ¿Invencible? Ni mucho menos, sólo habrá que cambiar la estrategia…

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